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Ni arte, ni fiesta. ¡BASTA YA!

Imaginen la escena: rodeados de personas que quieren verlos morir; sangrando tan profusamente que ya no es posible respirar porque el líquido rojo llena sus pulmones; aún vivos gracias a la adrenalina que corre a tope por sus venas; aturdidos por un ruido ensordecedor que solo causa que el miedo y la sensación de agonía se eleven a niveles insoportables. Y entonces la ven, una oportunidad de escapar, de alejarse del dolor, de vivir, y solo se necesita un salto…


Esto es lo que la tarde/noche del 29 de enero del 2006 debió haber sentido el toro de lidia llamado “Pajarito”, cuyo salto a las gradas de la Plaza de Toros México, la más grande del mundo, recorrió las noticias de varios países por la espectacularidad de ver a un animal de 500 kilos sobrepasar el tendido y llegar varios metros más adelante a los asientos en donde el público se encontraba en ese momento.
“Un toro bravo, valiente”, decían algunos. La realidad es que solo se trataba de un animal asustado, según varios estudios que se realizaron al cuerpo del animal, el cual seguramente no entendía por qué sentía tanto dolor y solo quería huir de la masacre.


Porque, muy aparte de lo que los aficionados a la “tauromaquia” puedan decir, se trata simplemente de una masacre a un ser vivo, que vive su vida esperando aformar parte de una “fiesta” en la que la gente es feliz viendo como tasajean a un ser vivo hasta morir. Un ser vivo que no quiere estar ahí, y que no es “valiente” ni “arrojado”, solo tiene miedo, y quiere vivir, como cualquiera haría en esa situación.
Mucho se habla también sobre la importancia de un “acto cultural” como se le ha llamado a la “fiesta brava”; un acto cultural como lo era el circo romano, o apedrear mujeres que rompen con los cánones morales de ciertas sociedades, o la venta de personas de raza negra que servían como esclavos y algunas veces como divertimento de algunos terratenientes en Estados Unidos.


Cualquier acto cultural que contravenga la responsabilidad que una sociedad moderna debe tener hacia los seres vivos, debe parar, y las corridas de toros no son una excepción. Está demostrado que el toro de lidia es una especie no agresiva, que solo responde cuando se siente amenazado, o en peligro de muerte. ¿Hay alguna muestra más clara de esto que ver a un ser vivo perforado, sangrando en medio de una plaza, con gente feliz a su alrededor?


Estos actos de barbarie no son propios de una sociedad inmersa en los cambios del siglo XXI, una que busca cambiar la forma en la que nos comportamos entre nosotros y nuestro entorno. Por ello, las corridas de toros deben parar, no son cultura, ni arte, ni fiesta. ¡BASTA YA!

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